
El grupo Stellantis, uno de los gigantes más poderosos de la industria automotriz mundial, podría estar atravesando una crisis silenciosa. Propietaria de marcas tan emblemáticas como Dodge, Fiat, Peugeot, Jeep, Citroën, Opel o Alfa Romeo, la compañía enfrenta tensiones internas y amenazas externas que, según su ex-CEO Carlos Tavares, podrían poner en riesgo su unidad. En declaraciones recientes, el exejecutivo lanzó una advertencia que resonó en todo el sector: Stellantis podría fragmentarse o caer parcialmente en manos de fabricantes chinos.
Un gigante que podría tambalear
Nacida en 2021 de la fusión entre el grupo francés PSA y el italo-estadounidense Fiat Chrysler Automobiles, Stellantis se consolidó como el cuarto mayor fabricante de autos del mundo. Con 14 marcas bajo su paraguas y presencia global, parecía tener una posición sólida para enfrentar la transición hacia la electrificación. Sin embargo, Tavares señala que la estructura que sostiene al conglomerado —un equilibrio delicado entre Francia, Italia y Estados Unidos— podría estar resquebrajándose.

Según el exdirectivo, mantener la armonía entre tantas culturas empresariales, estrategias y mercados distintos se ha vuelto una tarea titánica. “El grupo está sostenido por un triángulo muy frágil. Si uno de sus vértices se quiebra, todo puede desmoronarse”, habría afirmado. Estas palabras reflejan la complejidad de una compañía que, pese a sus logros, enfrenta una identidad dividida entre Europa y América.
China: ¿el competidor o el posible comprador?
La parte más alarmante de sus declaraciones apunta directamente a China. Tavares advierte que los fabricantes chinos, lejos de ser simples competidores, podrían convertirse en actores dominantes capaces de absorber parte del negocio de Stellantis. Su preocupación se basa en la creciente influencia tecnológica y comercial de las marcas asiáticas, especialmente en el terreno de los vehículos eléctricos, donde llevan años de ventaja.
El ex-CEO mencionó el caso de Leapmotor, una marca china con la que Stellantis mantiene una alianza estratégica. Aunque el acuerdo se presentó como una colaboración beneficiosa, Tavares teme que esa relación podría, en el futuro, derivar en una pérdida de control sobre activos clave del grupo europeo. “China no sólo está más avanzada en electrificación, también tiene una visión industrial más cohesionada. Si no reaccionamos, podrían superarnos por completo”, advirtió.
Tensiones internas y riesgo de ruptura
Más allá de las amenazas externas, Tavares también señala conflictos dentro de la propia Stellantis. Con 14 marcas distintas, múltiples plantas de producción y estrategias diversas, el equilibrio interno es cada vez más difícil de mantener. Las tensiones entre los intereses de Estados Unidos y Europa podrían abrir grietas en la estructura del grupo, e incluso desembocar en una división.
En un escenario hipotético, la parte norteamericana —con Jeep, Ram y Dodge— podría operar de forma independiente, mientras que la sección europea quedaría más expuesta a fusiones o adquisiciones extranjeras. Aunque este panorama aún parece lejano, los analistas no descartan que, de continuar la presión económica y tecnológica, Stellantis deba reestructurarse para sobrevivir.
La tormenta perfecta: caída de la demanda y presión eléctrica
El contexto global tampoco ayuda. La demanda de autos en los mercados occidentales ha comenzado a desacelerarse, mientras que la electrificación exige inversiones multimillonarias. En paralelo, los fabricantes chinos lanzan modelos eléctricos competitivos y más económicos, presionando aún más a las marcas tradicionales.
Tavares ya había criticado en el pasado las regulaciones europeas sobre emisiones, señalando que empujan a los fabricantes hacia un modelo de negocio insostenible. A su juicio, las políticas actuales podrían convertir a Europa en un terreno vulnerable, donde los productores locales pierdan terreno frente a la agresiva expansión asiática.
¿Qué podría pasar con Stellantis?
El futuro de Stellantis podría definirse en los próximos años. Algunos expertos creen que la compañía intentará simplificar su estructura, reduciendo el número de plataformas, modelos y quizás hasta marcas. Otros opinan que la solución pasará por reforzar la alianza con socios tecnológicos de Asia, lo que, aunque necesario, podría significar ceder parte de su independencia.
Para los consumidores, esto podría traducirse en vehículos más globalizados, con menos identidad de marca y más componentes compartidos entre diferentes modelos. En otras palabras, podríamos ver menos diversidad y más estandarización, un efecto colateral de los tiempos difíciles que atraviesa la industria.
Un futuro incierto para un gigante global
Las palabras de Carlos Tavares funcionan como una advertencia seria para toda la industria automotriz. Stellantis representa el experimento más ambicioso de integración multinacional en el sector, pero también evidencia los límites de esa complejidad. Con un mercado cambiante, márgenes reducidos y una competencia cada vez más fuerte desde China, el grupo se enfrenta a un futuro incierto.
Si las tensiones internas y los desafíos externos no se gestionan a tiempo, la unión que dio origen a Stellantis podría transformarse en su mayor debilidad. La gran pregunta ahora es si el gigante automotriz podrá reinventarse sin perder su esencia, o si estamos presenciando el inicio de una nueva era dominada por el poder industrial chino.